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sábado, 12 de mayo de 2018

Embolia Pulmonar

La embolia pulmonar se produce cuando un coágulo de sangre obstruye parcial o completamente un vaso del pulmón. En nueve de cada diez casos, el punto de partida del coágulo es la obstrucción (trombosis) de una vena de la pelvis o de una pierna.

Un reposo en cama prolongado, ciertas operaciones, lesiones graves, enfermedades cancerígenas y la edad avanzada favorecen la aparición de una trombosis. Estos factores de riesgo de la trombosis aumenta también el riesgo de sufrir una embolia pulmonar. Dependiendo del tamaño del vaso obstruido, la embolia pulmonar puede evolucionar sin síntomas, con notables molestias o incluso ser mortal.

El tipo de molestias depende, por una parte, del tamaño del coágulo y, por otra, de los vasos del pulmón que tapona. En el caso de una embolia pulmonar grande, los síntomas aparecen de improviso y el afectado se siente enfermo de repente. Las molestias aparecen solas o combinadas entre sí y las más características son:

Dificultad respiratoria repentina (disnea)
Respiración acelerada (taquipnea)
Dolor en el pecho
Desmayo
Tos (eventualmente con manchas de sangre)
Miedo, ansiedad
Sudoración excesiva
Ritmo cardíaco rápido (taquicardia)
Estos síntomas se manifiestan frecuentemente a intervalos repetidos por el hecho de que una embolia pulmonar suele presentarse en fases. En casos excepcionales, la causa de la embolia pulmonar es, además de un coágulo, también otros tejidos que son arrastrados con el torrente sanguíneo: partes de tejido (por ejemplo, partes de un tumor), líquido amniótico, burbujas de aire o gotas de grasa.

Si existe sospecha de embolia pulmonar, el apaciente debe ser examinado de inmediato. Solo un diagnóstico a tiempo y un tratamiento inmediato reducen la probabilidad de que la enfermedad evolucione de forma grave. Dado que los síntomas de una embolia pulmonar se manifiestan de forma rápida y no son inequívocos, en ocasiones resulta complicado realizar un diagnóstico correcto. Especialmente en personas postradas en cama puede que no se den señales de estar sufriendo una trombosis. En estos casos, no se piensa en la embolia pulmonar como la causa de determinados síntomas o se hace cuando ya ha pasado cierto tiempo.

Una embolia pulmonar durante el embarazo o el puerperio es una de las causas de muerte más frecuentes en esta fase. Las complicaciones pueden evitarse tomando muy seriamente cualquier indicio de trombosis o embolia pulmonar, sometiendo a la paciente a un completo diagnóstico e iniciando un tratamiento de inmediato.

El tratamiento de la embolia pulmonar depende del nivel de gravedad de la enfermedad. Su objetivo principal es evitar que se produzca otra embolia. Los medicamentos con el principio activo heparina (un anticoagulante) evitan que el coágulo aumente de tamaño en las venas de la pelvis o de las piernas y que se desprendan nuevas partes del coágulo que puedan provocar otras embolias. Esta forma de prevención recibe el término médico de profilaxis de recidivas. Cuando se trata de embolias pulmonares graves se utilizan también medicamentos que disuelven la obstrucción en el pulmón y que garantizan que la sangre pueda volver a fluir libremente en el vaso (tratamiento de la lisis). En una fase posterior del tratamiento, todos los afectados reciben otro medio fluidificante con el fármaco acenocumarol. Este tratamiento, del grupo de los dicumarinicos, se administra en forma de pastillas (anticoagulación oral).

Las medidas más importantes para prevenir una embolia pulmonar es una profilaxis efectiva de la trombosis. Aquí entrarían medidas como que el paciente vuelva a moverse con ayuda de un fisioterapeuta tras someterse a una operación o permanecer en cama mucho tiempo y la administración de medicamentos anticoagulantes.



 
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